domingo, 10 de diciembre de 2017

De mochilero en la Gran Manzana New York

Estoy en la penumbra de la habitación de un hotel, contemplando la soledad, escuchando los sonidos del silencio...El goteo incesante de un grifo no me deja dormir y los ruidos misteriosos de la noche, me ponen a pensar que realmente, no estoy sólo.

Miro en retrospectiva, los momentos vividos, los lugares conocidos y como la vida me ha sorprendido, con lo inesperado...Salí de casa con una mochila, cargada de ilusiones sin estrenar, de sueños sin cumplir, con la intención de darle una mordidita a la Gran Manzana y hacerme parte de ella, por un lapso de mi vida, en esta ciudad que no duerme, New York.

Llegué una mañana fría, con el entusiasmo de un niño, que espera que la vida, lo sorprenda. Mi primera parada fue La Grand Central, un lugar impresionante, donde fácilmente puede observarse algún fantasma ambulante y me puse a pensar que habrá sentido Charles Chaplin al estar allí ¿Sentiría lo que yo? Tendría esa sensación de sentirse perdido y desconocido entre tanta gente. Luego llegue a Times Square y me sorprendió ver prendidas tantas luces, en pleno día.

Después dirigí mis pasos sin estar seguro, de que iba en la dirección correcta, pues cuando me dicen, tome la derecha, yo me confundo por eso de ser zurdo. Bregando con la mochila y brindando con una Coca Cola, llegué a Central Park el pulmón viviente de Manhattan, lo vi hermoso, majestuoso, como una pintura de Claude Monet, aunque empezaba la tarde, parecía más bien que el sol estaba saliendo. Poco a poco mis pasos me llevaron a uno de mis destinos, el Memorial de John Lennon. El día anterior, se había celebrado una vigilia en remembranza, del aniversario de su muerte; al llegar al lugar, vi innumerable cantidad de gente, así como cantores, que toman su guitarra y entonan sus canciones, acompañados por los coros improvisados de la gente, que conoce de memoria sus canciones. La personas llenas de emociones, que se respiran en el aire, colocan flores y algo curiosos, se ponen de pie sobre el memorial, de azulejo que dice, simplemente IMAGINE, y les toman fotos a sus zapatos, como una forma de decir: I stand with you. Aquel momento para mí, estuvo cargado de emociones encontradas, de un misticismo que no se explicar y no sé, si por locura o por esas cosas que te regala, la vida, tuve la vivida impresión de haberlo visto pasar cerca de mí.

El grifo sigue goteando y yo recapitulando, lo significativo que ha sido, esta escapadita, de mochilero. Mi corazón evoca el observatorio, del World Trade center, esa mescla entre tecnología, infraestructura y esa fractura en la historia de este país. Una de las torres está aún en construcción y la otra luce imponente, como un gigante que a renacido y que se niega a ser un fantasma. Yo diría que más que un espectáculo, subir al observatorio, es un paseo por la historia de esta gran ciudad, Al subir al elevador, el cual es muy rápido, en pantallas panorámicas, van mostrando la ciudad, desde sus inicios y justo cuando, se llega a la actualidad, el elevador habré sus puertas y te deja contemplar, desde las alturas, esta gran ciudad. Las vistas son espectaculares, se puede ver a la Dama de la libertad, el Brooklyn Bridge, entre tantas cosas que, al contemplarlas, uno se pone a pensar, en la pequeñez de nuestra humanidad y la grandeza del espíritu humano.

El memorial del 911 luce sombrío en medio de una caída de agua, que se pierde en un pozo sin fondo. Allí se puede sentir la presencia de almas que reclaman, su continuidad en esta vida, pues se fueron sin despedida.

Ese mismo día, fui a la visita obligada y deseada, fui a saludar a la Dama de la Libertad, en la pequeña isla del mismo nombre, al sur de Manhattan, la escultura es obra del francés Frédéric August Bartholdi, es impresionante, aparte de ser un monumento, es un símbolo de esta nación, el cual muchas generaciones de inmigrantes, fue de lo primero que vieron al llegar a esta tierra.

Camine por Wall street, allí dónde se toman muchas de las desiciones económicas financieras, que a la larga nos afecta a todos, ese día solo diambulaban los fantasmas grises con sus acciones en la mano, buscando directrices... Esa tarde, ya tarde, me reuní con mi amigo de paisajes de Guatemala steven, quien, pese a no conocernos de forma personal, fue atento y cordial, yo diría que Steven es un hombre con la amistad y simpatía a flor de piel. El me llevo en su vehículo por el túnel Holland, rumbo a New Jersey desde allí puede contemplar la ciudad de noche y escribí unos versos a la luna, la cual parecía mecerse entre los grandes rascacielos de la ciudad, la noche era fría y estábamos al descubierto, aún así fue una noche inolvidable. De regreso a la isla de Manhattan, Steven me dejo por Brodway, ya que tenía un boleto, para ver una de las tantas obras, que a diario se presentan. El entuciasmo por asistir a una de dichas obras me surgió, luego de ver la película Staying Alive cuyo protagonista era John Travolta, en mis años de estudiante universitario en Guatemala. Yo tenía mi boleto para ver Cats en el Neil Simon Theatre, el musical me gustó y me impresionó en cuanto a la escenografía, los afectos, la iluminación, así como el ritmo e historia de la obra. Salí ya bien entrada la noche, me fui al Time Square y aquel lugar estaba abarrotado, como si fuera de día y pese al frío había hombre y mujeres que se ganan la vida, disfrazandose de diferentes personajes en trajes diminutos, exponiendo la piel...Me dispuse a regresar al hotel en el tren, podría decir que las primeras horas de mi nuevo años las viví caminando en las calles de esta gran ciudad.

A la mañana siguiente, domingo, el día de mi cumple, me levanté temprano a bañarme, para no tener que esperar turno en el baño del hotel de la Rata, como me dio por llamarlo. Me desayuné algunas chucherias nutritivas aprobada por la FDA y me dispuse a salir. Mi destino sería la catedral de San Patricio en la 5th Avenue, escuche misa, esta se alternaba en Ingles, español, italiano, polaco y otra lengua que no distinguí. La catedral, majestuosa, bella e imponente, al terminar la misa, me fui a una de las capillas de la catedras, donde estaba un pequeño altary en la una imagen solitaria, de la Virgen María, me detuve allí por un momento. evoque y rece por mi hermano Geovanni con el cual cumplimos años el mismo dia. Camine a lo largo de la 5th Avenue y mire el famoso Empire State el rascacielos donde hacen subir a King Kong en la pelicula y que fue en su momento unos de los edificios más altos del mundo, así como un destino turístico. Por ser mi cumple, ese sería el único día en que comería en un restaurante, así que me fui al Rockefeller center, donde patine en la pista de hielo y luego, me fui a un pequeño restaurante cuyo slogan decia: La auténtica pizarra newyorkina,  ordene y cuando estaba comiendo vi salir de la cocina a dos hombres de mediana estatura, eran dos hermanos latinoamericanos del Perú, quienes eran los cocineros.

Al atardecer empezó a nevar, era una nieve ligera, el frío se sentía, pero no como en Chicago, cuyos vientos hacen gran diferencia. Aquella tarde me recorrí media ciudad caminando y alternando subiendome al tren.

Al día siguiente tenía que regresar, pero lo bueno era, que no había equipaje que preparar, ni itinerarios por completar. Salí desde temprano del hotel de la Rata, entregué las lleves de aquella pequeña habitación, que fue la guarida de este lobo solitario por unos días. Caminé rumbo a Chinatown y the little Italy, quería conocer los barrios, donde vive la gente como yo, los de a pie.

Dirigí mis pasos rumbo al Brooklyn Bridge, un puente con hermosa arquitectura y diseños caprichosos, aunque ya no luce, me imagino, como en sus mejores tiempos. A no mucha distancia de esté, esta el Manhattan Bridge el cual tiene un paso peatonal, desde allí las vistas son impresionantes, aparte que justo debajo de mis pies, pasan vehículos y más abajo el agua. Observe que a lo largo del puente hay candados, así como letreros advirtiendo la prohibición de los mismos con sanciones y multas. A la mitad del puente, me senté en una banca y allí dejé brotar mis versos desbocados.

Buscando la estación de tren, me encontré, con el complejo donde se hubica la corte suprema, me gusto la arquitectura, pero no así el ambiente sombrío. Aborde el tren rumbo al Yankee Stadium, no pude entrar, dado que llegue fuera de temporada, pero si admire la fachada por fuera y como buen fan, me compre la jersey del equipo de mi predilección desde aquellos años, en que miraba por la televisión, los encuentros de béisbol, nardos por la vos de Abdon Rodriguez Zea: y se va, se va Ave Maria purisima, home ron de los yankes...


Así concluyó mi visita de mochilero a New York, sorprendido y agradecido, por todos esos momentos vividos y que hoy son parte de mi historia y se que cuando evoque esas memorias, daré gracias por lo vivido y es seguro que desiare volver a este lugar, la ciudad que nunca duerme, porque le gusta soñar despierta, la ciudad de New York.

Oxwell L’bu Copyright © 2016